El poder de la respiración para
aumentar el rendimiento
Circulan muchas reglas sobre si la respiración debe ser costal, abdominal diafragmática, si por la nariz o por la boca; e incluso no se le da la importancia que debería como método para mejorar la salud y el rendimiento físico.
El poco valor que damos a la respiración es porque se trata de una función automática, tan íntimamente unida a nuestra vida que a menudo no lo reconocemos. Algo que nos pasa con otros aspectos como la digestión, la circulación sanguínea, la relación vigilia-sueño que, al igual que el aporte de oxígeno, tienen una gran relación con nuestro rendimiento ya que, sin un correcto funcionamiento de estos, nuestra recuperación se ve afectada, nuestros sistemas energéticos se ven limitados y nuestro entrenamiento se verá afectado.
Los tejidos del cuerpo, tienen la necesidad de oxígeno para su funcionamiento, el cual ingresa por nuestra nariz hasta los pulmones y allí pasa a la sangre arterial y esta lo transporta a cada célula, las cuales en su funcionamiento, producen dióxido de carbono como sustancia de desecho, que es transportado por la sangre venosa hacia corazón y pulmones para ser eliminado a través de la respiración.
En esta respiración tenemos implicados los músculos respiratorios, los cuales, como músculos en acción, también tienen un gasto de energía y se pueden fatigar si trabajan en exceso. Se ha comprobado que en el esfuerzo, la fatiga de los músculos respiratorios es limitante del rendimiento, pues las necesidades de estos músculos compiten con la del resto de tejidos en acción. Los propios músculos respiratorios demandan oxígeno y deben aumentar su frecuencia respiratoria para conseguir el mismo intercambio gaseoso de una respiración con dos o tres en este momento. Por tanto, va a existir una competencia energética entre músculos locomotores y respiratorios. La respiración es algo que no se puede parar y, por tanto, nuestro organismo le dará prioridad, mermando el trabajo de otras estructuras.
En ocasiones, al llegar a la parte final de una competencia, o entrenamiento, nos encontramos con una sensación de falta de aire. Una sensación de que no entra todo el aire que debería en nuestros pulmones y, por tanto, debemos aumentar el número de respiraciones por minuto. En este punto nos encontramos ante una fatiga de los músculos respiratorios.
Por ejemplo, el entrenamiento o las competencias en el agua, la respiración es forzada. Tomas aire de manera voluntaria y lo sueltas contra la resistencia del agua. O al montar en tu bicicleta, el diafragma se ve comprometido por la postura sobre la bici, forzándole a trabajar más por la presión visceral y la posición del cuerpo que genera limitación de la caja torácica en la inspiración. Otro ejemplo son las carreras, donde has estado horas y horas demandando mucho trabajo a la musculatura respiratoria para poder suministrar oxígeno a tu cuerpo y esta ya esta fatigada.
Pero lo más importante es que podemos mejorar el trabajo de los músculos respiratorios y nuestra capacidad pulmonar, lo primero y mas importante es ser conscientes de la respiración, porque la forma en la que respiras en la vida diaria determina cómo lo haces durante el ejercicio; durante un par de minutos al día, puede poner una mano en el abdomen y otra en parte alta del pecho, de manera que busques una respiración diafragmática en la que sientas como tu abdomen empuja levemente tu mano y la mano del pecho no se mueve. Poco a poco, según pasan las respiraciones (siempre nasales), debemos sentir menos el abdomen y suavizar al máximo nuestra respiración, de manera que vayamos incluso inhalando menos de lo deseado y dejemos escapar la exhalación de manera relajada y larga. Lo ideal es mantenernos conscientes de nuestra respiración en diferentes momentos del día y observar si está siendo nasal o no y su grado de suavidad (es acelerada, es ruidosa, suspiro muy a menudo…).
Trabajar el diafragma a través de ejercicios específicos como los hipopresivos, yoga, dispositivos de resistencia inspiratoria como el Powerbreath, cargas diafragmáticas, O bien con ejercicio y control de la musculatura respiratoria mientras realizamos ejercicio, así como buenos hábitos posturales de cara a tener una caja torácica ordenada anatómicamente y biomecánicamente, se puede lograr mejorar la resistencia de esta musculatura.
Otro punto clave para mejorar el rendimiento, es mejorar la tolerancia al CO2; si tenemos un buen patrón respiratorio: nasal, lento, suave y con el diafragma, hiperventilamos menos y conseguimos tener concentraciones óptimas de CO2 y, en consecuencia, un PH adecuado; esto hace que la hemoglobina entregue fácilmente el O2 a cada célula, es decir que podremos aumentar la capacidad de oxigenar los tejidos.
Lo más importante para rendir es proporcionar oxígeno a los tejidos. Por mucha capacidad pulmonar que tengas, mucha población mitocondrial que exista o mucho que respires, si el oxígeno no queda disponible para ser utilizado, no podremos mantener un óptimo rendimiento.
Respirar correctamente en la sociedad moderna, acelerada, preocupada y de altos niveles de estrés, se ha convertido en un desafío. La respiración suave, esa respiración nasal y diafragmática, cómoda y silenciosa, refleja un buen estado físico y de salud.
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